En 1945 durante la Segunda Guerra Mundial, EEUU detonó dos bombas atómicas sobre Japón, en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. La mayoría de las víctimas eran civiles entre ellas niños y ancianos. La onda expansiva a nivel del suelo alcanzó hasta 4 mil °C. (Nota: el hierro de derrite a 1,500 °C.) La radiación residual continuó provocando muertes a lo largo de meses e inclusive años.
Pero ahora estas bombas ya son una caricatura comparadas con los nuevos armamentos atómicos que se encuentran a la espera del “botón rojo”.
La Bomba “B-53” de 9,000 Kilotones: Este explosivo termonuclear fue desarrollado durante la Guerra Fría (en 1962) por la milicia estadounidense. Misma que es unas 750 veces más poderosa que la de Hiroshima.
La Bomba “Castle Bravo” de 15,000 Kilotones: En 1954 Estados Unidos probó esta bomba de hidrógeno en el atolón Bikini en las islas Marshall; la detonación provocó una peligrosa contaminación radioactiva en la zona durante varios meses. El cráter dejado por el estallido mide 2 kilómetros de diámetros y 76 metros de profundidad.
La Bomba “Del Zar” de 50,000 Kilotones: El mayor artefacto nuclear detonado fue probado en el archipiélago Nueva Zembla, al norte de Rusia, el 30 de octubre de 1961. Diseñada por la Unión Soviética durante la década de 1950. El nombre oficial de esta bomba de hidrógeno fue “AN602”. Se dice que su capacidad destructiva es similar al poder combinado de todos los explosivos convencionales usados durante la Segunda Guerra Mundial, pero multiplicado por 10.
Me pregunto ¿Qué pasa con la especie humana? ¿Cuál es la razón del odio creado, acumulado y generalizado entre sus miembros y por todos los rincones del planeta? No pretendo herir sensibilidades, pero vale la pena destacar que curiosamente todas las conflagraciones de nuestra historia, han sido declaradas en nombre de “La Libertad”, en nombre de “La Paz”, en nombre de “La Justicia”, en nombre de “La Patria”, en nombre de “Dios”, y continuamos despedazándonos bajo cualquier pretexto populista, patriotero, fanático o extremista.
“En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a otros. Por el contrario, solo han servido para separar, para quemar, para torturar”. *José Saramago / filósofo portugués.
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